jueves, 20 de diciembre de 2007

Como a un niño de seis años


No me acuerdo quién fue, pero uno de los editores que tuvieron que soportarme en mi faceta de reportero me decía siempre “si tienes dudas con una nota, llama a tu mamá y léela, si no entiende, es que está mal escrita”. No era nada personal contra mi madre, era una forma práctica y segura de saber si lo que se cuenta es entendible para el común de los mortales.
Otro consejo que recibí, y este se lo debo a José Hernández, que ahora rema desde la revista Vanguardia, es que las notas deben oler a lo que se escribe… “si hablamos de fútbol, las notas tienen que oler a césped, a sudor, a lo que se come en las tribunas” nos decía a los que conformábamos la sección de deportes de El Comercio.
Son dos consejos prácticos, sencillos, realizables… pero que desgraciadamente no se ponen en práctica en los Medios de Comunicación, que cuentan las cosas como que todos tenemos un conocimiento previo de lo que están narrando. Todavía trato de entender en su conjunto todo el asunto de la Asamblea Constituyente y nadie me lo explica, así como no son capaces de decirme el por qué es malo que Ecuador no tenga un TLC a las puertas de que se le acabe su ATPDEA (¿es el fin de mundo?, ¿vamos todos a los botes porque se hunde la nave?).
Quisiera que me expliquen todo, como si fuera un niño de seis años.
“Cada día hay un nuevo lector”, nos decía Carlos Pérez Perasso en la sala de redacción de El Universo, “al que hay que explicarle las cosas siempre, de una forma simple”, nos recordaba y pedía que lo hagamos.
Son cosas simples, realizables… que los periodistas dejen que la sociedad, y nos los círculos de poder, sea la que marque su agenda, que caminen, que dejen atrás los boletines de prensa, las versiones oficiales y los camaroncitos y que salgan a buscar la noticia, que sepan lo que sufre doña Rosa en el mercado por el alza del tomate, o la tortura que es salir del país por el aeropuerto de Quito, o cómo se trata a la gente en las oficinas de Migración.
Y ya que estoy hablando de recuerdos, vienen a mi mente las palabras de un pintoresco periodista guayaquileño que diferenciaba a sus colegas por “nalgas chatas y buenas nalgas” y sostenía que el buen periodista tiene “buena nalga y zapatos feos, porque camina, y mucho, por la noticia”.
Luego de revisar los diarios y ver los noticieros del Ecuador, estoy convencido de que muchos periodistas tienen los zapatos relucientes, hay muchas nalgas chatas y otras gordas y rechonchas pero por estar sentadas esperando el fax que salvará la edición del día o la llamada que permitirá poner una nota en la grilla de salida.
Todavía, como diría Condorito, Exijo una explicación!

2 comentarios:

JM Bouthemy dijo...

En un manual de periodismo muy muy viejo decían algo así como que un buen periodista es aquel al que el portero del edificio de la redacción no lo quiere dejar entrar porque tanto tiempo ha pasado el periodista en la calle, que ya no lo reconoce.
En contraste, hace unos meses, uno de los capos de un conocido periódico argentino me decía que desde que se inventó el fax el periodista cada vez sale menos, y con el mail, ni qué hablar.

Anónimo dijo...

No creo que la prensa ecuatoriana sufra de una enfermedad endémica; más bien, toda la prensa sufre de un mal, empezando por la cuestión de que las "declaraciones son noticia". Estoy harto de leer declaraciones y más declaraciones, en cambio los hechos, lo mundano, sólo sirve de relleno. Quizás por ahí comienza el problema...